Ir al contenido principal

Entradas

El deporte, esa cosa de garrulos

Se veía venir. Los censores de la moral y nuestra tropa de ofendiditos estaban esperando un nombramiento que diese pie a soltar su bilis y el de Máxim Huerta se lo puso en bandeja. Las primeras críticas del sector más fundamentalista del periodismo deportivo (ojo, no de los deportistas, que saben lo que hay) vinieron seguidas de una reacción de cierta y dudosa élite cultural que celebraba que el nuevo ministro no supiera nada de la práctica deportiva. Vuelven así los tiempos de tratar al deporte como un submundo de gente inferior y de retratar a aficionados y periodistas deportivas como garrulos panzones, machistas e insolidarios. Es un reduccionismo extendido e injusto, que no deja de enervarme aunque esté ya más que acostumbrado, como deportista de base que fui, periodista deportivo (que siempre lo seré un poco) y aficionado a numerosas disciplinas. Con cierto sentido de urgencia, no viene mal recordar hechos que desmienten las teorías de esas élites , que se arrogan un papel

Bufandas, carnés y manos que dan de comer

"La prensa está descontrolada" . Esa afirmación la escuché hace unas semanas de boca de un mandamás de una facultad albaceteña y reconozco que tuve hacer un esfuerzo para contener la risa. Este hombre intentaba convencer a un grupo de varias personas de su opinión, sin saber que una de ellas era periodista. No era plan de interrumpir, por no prolongar la situación, así que coloqué la sonrisa de circunstancias, mientras me daba por pensar que seguro que ese erudito, aspirante a censor, es otro de los que luego se proclaman firmes defensores de la libertad, el conocimiento y la Constitución. Con golpes en el pecho si hace falta. No me lo tomé mal. La opinión no estaba demasiado argumentada, pero creo que tampoco iba con mala intención. Además, tengo callo en esas lides y siempre he creído en los beneficios de la crítica, pero sólo cuando ésta llega fundamentada o con buenos propósitos. Debemos asumirla y puede mejorarnos. También la autocrítica, una de las práctic

Elogio del festival

Soy festivalero. A mucha honra. Ese pensamiento me asalta cada primavera cuando se acerca el Viña Rock, apertura oficiosa de la temporada de estos eventos. Cómo no voy a ser festivalero si, con 15 añitos, pude ver como mi pueblo, un lugar cualquiera de La Mancha, era escenario de un pequeño milagro, Allí coincidieron, en un único recinto y escenario, gente tan dispar como Los Planetas, Extremoduro, Australian Blonde o Manolo Kabezabolo...y todo salió sorprendentemente bien. La muerte de Argimiro, promotor de aquella aventura, motivó desgraciadamente que se haya hablado mucho de ello en los últimos tiempos. Hay poco que añadir, pero tampoco está de más un nuevo agradecimiento. El 'Viña' ha evolucionado, como aquellos primeros asistentes, y yo me borré de su público hace unos años. Son pocas las fechas libres y mucha la oferta donde elegir. Aún así, sigo deseando suerte a sus organizadores, porque su historia la merece. Sí siento cierta añoranza por aquellos ecléctico

Una sonrisa por Carlos

Junio de 2002. Me acuerdo perfectamente. Mientras estudiaba para alguno de los exámenes finales del tercer curso de periodismo, recibí una desagradable llamada: me dejaba 'tirado' la empresa con la que había acordado realizar mis prácticas veraniegas allá por Semana Santa. No recuerdo bien los motivos, pero sí que albergaba pocas esperanzas de encontrar otro puesto de becario, pues mi universidad ya había repartido todos los que tenía concertados. Dada mi falta de tiempo y la distancia, mis padres decidieron echarme una mano y contactar con medios de Albacete en busca de una oportunidad. Poco después me confirmaban que podría incorporarme el 1 de julio a 'La Tribuna de Albacete'. A posteriori supe que mi padre había dado allí con una persona que se interesó por mi historia y decidió darme un voto de confianza. No me conocía de nada ni tenía por que comprometerse, pues ese diario ya tenía dos becarios contratados (Patricia y Raúl, buenos compañeros), pero tomó esa de